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Escultura de Antoni Miquel Morro |
En mis rizos crecían aves. Yo miraba con ojos de escuadra las cosas que pasaban delante de mí mientras ellos anidaban en mi cabeza y se abrían como magnolias en un jardín, como libros viejos en un mercadillo frente al Sena.
Me fijaba en cosas extrañas, como ese poema de Carner escrito en la puerta del sucio váter de la biblioteca. Me dolía pensar que nadie nunca escribiría nada mío para constatar igualmente su existencia.
No sabía cambiar de dirección, aquellos días. Me dejaba llevar por los rayos de luz de la luna redentora y seguía dejando que fueran las aves quienes me sujetaran al suelo. Un día me di cuenta, que estaba poblada de palomas y cuervos. Su vuelo alterno, en blanco y negro, parecía formar una columna vertebral en el cielo. Qué angustia cuando desaparecían, que débil me sentía cuando su vuelo rompía el trazado definido de columna...Es que entonces mi alma todavía era como el plano de una ciudad árabe, llena de esquinas y caminos estrechos, de desasosiegos y esperanzas que acababan en callejones sin salida, una ciudad paralela a la simplicidad de estar viva.
Ahora soy mujer zen, sé cosas que antes no sabía, las sé de verdad, sin forzarme, sin mentiras: sé que lo importante no es lo que se tiene, sino lo que se hace con ello. Sé que soy blanca. Sé que el amor no es ingrávido ni la negra noche camina a pasos paquidérmicos. Sé que no soy sólo una isla, que no soy sólo una flor que late por intercanvio clorofílico, reactiva, sé que no tengo las manos abreviadas y aunque a veces me sienta paralítica o los zapatos no me calcen bien, siempre alzo el vuelo. Escribo y alzo el vuelo...puedo hacerlo.
Sé, especialmente, que soy.
Independientemente del reflejo que proyecto en los otros y en los espejos.
Sé que la paz está, entre otras cosas, en saber amar y en creer de corazón que todo ocurre cómo y cuándo debe ocurrir.
Sé que soy fuerte y débil al mismo tiempo, grande y minúscula, el todo y la nada, sé que no necesito bucear en las abisales aguas de la mente o del alma ni mucho menos pasar de puntillas con los ojos cerrados y las manos llenas de urgencias y accesorios.
Yo simplemente miro y sonrío. Yo simplemente comparto y sonrío. Yo simplemente amo y sonrío. Yo simplemente recreo realidades y sonrío. Yo simplemente estoy aquí, ahora. Yo simplemente soy.
Felices fiestas, felices vidas! Me voy unos días de vacaciones. Que no os falte la paz...